Todo el planeta se esta enfrentando a la primera pandemia de la historia y nos está alterando nuestra manera de vivir. Se están modificando cantidad de aspectos de la vida que hemos acostumbrado a tener: nuestra forma de relacionarnos, distanciamiento físico, ausencia de “caricias”, aislamiento, temor a la enfermedad, muerte, pérdidas de seres queridos, crisis económica, etc, etc.
Las secuelas psicológicas son inevitables en una gran mayoría de la población: Marcados rasgos fóbicos, gran “Ansiedad Clínica”, marcados rasgos depresivos, y en ocasiones aparición de un Trastorno de ansiedad/depresión, duelos sin resolver por la pérdida de un ser querido de los cuales no se han podido despedir, la impotencia al enfrentarse a esta situación, ya no depende de uno la resolución de dicho problema…
Los más afectados, claro, son los que sufren con anterioridad un trastorno psiquiátrico o psicológico. Con el confinamiento, muchos centros sanitarios se han cerrado, como muchos profesionales de la salud mental han reducido las consultas, y todo ello ha complicado el tratamiento y seguimiento psicológico de los pacientes, unido al aislamiento, repercutiendo en el equilibrio psicológico de la persona. Sin embargo, hay centros y profesionales de la salud mental que hemos seguido atendiendo telefónicamente o por Skype a todas aquellas personas que nos han necesitado, procurando que no estén desatendidos.
Si añadimos las consecuencias económicas ( ya que estamos entrando en una gran crisis), que va a favorecer el aumento de los intentos de suicidio, añadido a la situación social que está originando el coronavirus.
Tenemos que ser conscientes que esto va a suceder. Cuando comencemos a incorporarnos a nuestra rutina diaria, con cambios profundos, tendremos que ir adaptándonos a la nueva realidad, aceptándola y aplicando los recursos que tenemos para procurar llevarlo saludablemente. Es un momento para fortalecer nuestra facultad de RESILIENCIA. No es aconsejable estar excesivamente pendiente de la información del coronavirus, que en muchas ocasiones es falsa, que las llamadas a nuestros familiares, amigos, parejas, hijos, etc…es decir que nuestro apoyo afectivo y social, no se limite a hablar sobre esta incertidumbre. Las conversaciones deben ser mas positivas, cercanas, lúdicas… Comenzar con actividades que ayuden a desarrollar nuestra creatividad, como la pintura, la cocina, la escritura, la lectura, el buen cine… Es fabuloso poder retirarse unos momentos, algo más de media hora, a hacer RELAJACIÓN, MEDITACIÓN, con visualizaciones tranquilizadoras y positivas. Aislarse esos momentos en silencio, sin teléfonos y sin interrupciones exteriores, solo centrados en nuestro mundo interior, en nuestra Paz interior. Aprender a RESPIRAR profundamente durante unos minutos acompañado de pensamientos constructivos y positivos…
Hay personas que tienen un terrible pánico, miedo, acompañado de gran ansiedad a salir a la calle, llamado AGORAFOBIA: SÍNDROME DE LA CABAÑA.En la actualidad, se va a incrementar cuando salgamos a la calle después del confinamiento. Para muchos no va a ser tan placentero salir a dar paseos, después de dos meses de confinamiento y van a encontrar muchos reparos y lo van a evitar. Van a tener mucho temor a incorporarse a la vida de forma sana. “EL SÍNDROME DE LA CABAÑA”, no se le puede considerar patología como tal, es lo que pueden experimentar algunas personas al salir después del confinamiento. Está relacionado con el estado anímico y emocional que sufren algunos individuos tras el exceso de información sobre el peligro del coronavirus, que ha generado mucha incertidumbre, sintiéndose más seguros en casa. La información que debemos recibir tiene que ser siempre verídica y real para que nos ayude a estar informados de la realidad a la nos estamos enfrentando y las medidas más adecuadas que tenemos que utilizar, pero en muchas ocasiones nos están perjudicando, dificultándonos a incorporarnos al día a día de forma adecuada, aumentando nuestra dudas, miedos, ansiedad…
Hay situaciones, como, los que han pasado el confinamiento solos, o han sufrido alguna pérdida, que acentúa el miedo y el temor a salir de casa. Puede aparecer la ansiedad de dejar de ser nosotros mismos. Para muchos es muy relevante el contacto físico, recibir y dar besos, abrazos y ahora estamos muy limitados a este tipo de expresión, y eso nos provoca tristeza y aislamiento.
Lo primero que podríamos hacer es reconocer y aceptar nuestro “miedo”, ni mucho menos criticarlo, ni juzgarnos, simplemente, comprenderlo y proponernos objetivos. Darnos un tiempo en incorporarnos paulatinamente, a un ritmo que sea adecuado para nosotros. Esto va a favorecer la reducción de la ansiedad, el aceptar nuestros temores y miedos, la aceptación de nosotros mismos y nuestros ritmos, aunque difieran del de los demás.
Marisol Llavero, Psicóloga Clínica